BLOG DE VICENTE VERDÚ
La soledad o el dolor
Parece extraño que el dolor físico, que tan elocuentemente se manifiesta, no consiga comunicarse con el otro.
Sufrimos la clamorosa y repetida presencia del dolor pero afuera no es posible oír nada de nada. Queremos dar noticia a los demás de la intensidad con que nos duele una rótula, una muela o la cabeza pero no podemos hacerlo conectándolo sin más a ese tremendo emisor.
Es necesario que lo expliquemos, tratemos de describirlo, busquemos la manera de hacer sentir su proporción, pero todos los medios resultan tan insuficientes y torpes como inútiles. Parece muy extraño que no se oiga o se sienta alrededor algún indicio de nuestro tormentoso dolor pero efectivamente la condición humana ha mutilado ese lenguaje cuerpo a cuerpo, de mi tormento a tu oído. Un habla acaso tan superior que ensimismada en sí misma actúa en su profundidad como un castigo doble: el castigo de su martirio primario y la tortura secundaria de tener que vivirlo en la absoluta soledad. El dolor físico, de este modo, absoluto. No necesita nada más que a sí mismo para demostrar su imperio total. El otro dolor, el dolor del alma, se presta a la transmisión emocional, psicológica, existencial, el dolor físico se funda desesperadamente en sí mismo. De ese modo constituye el reflejo más duro de la soledad en que, a fin de cuentas, cada cual vive en este mundo. Yo a solas con mi dolor. Yo o mi dolor crónico. Yo acompañado tan sólo acompañado verdaderamente por la perfecta soledad que el dolor cerca y concluye.
el lector opina y cree, por tanto, que frente al dolor físico estamos solos y solas, que frente al cuerpo no nos queda nada.
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