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10.29.2009

ágora

el ágora es la plaza, el lugar de encuentro. es el sitio dónde nos encontramos o donde vamos al encuentro de los otros, los que no nos gustan. el ágora es abierta, dimensional. en el ágora -espacio abierto- hablamos.

luchamos en las calles, las calles son direccionales, no dejan lugar a la divagación, a la elipse que mató a Hypatia.

Ágora empieza en plan Al Gore, con un plano -elíptico, por cierto- del planeta tierra visto desde el espacio. es toda una declaración de intenciones: Amenabar no nos presenta una "película", nos da un documental, nos cuenta cómo se construyen los totalitarismos.

miopías. sobre todo la nuestra, la de los ricos de éste mundo: Hypatia llevaba razón, la tierra es así. nos lo muestran con los hechos, no hay más cojones que admitir que la Tierra es redonda. vale. pero hay que hacérselo ver al otro. y el otro es el esclavo que conoce de oídas nuestro mundo, el que ve el cuerpo desnudo de su ama salir de su bañera como ven ahora los desheredados del mundo a europa a través de sus antenas parabólicas.

y si los que somos Hypatia valoramos la libertad y el conocimiento, los pobres de la tierra valoran más la capacidad que tiene su desprecio hacia los amos del mundo. eso nos cuenta Amenabar.

miopías de los amos, miopías de los esclavos que no ven más allá de la sensación de menosprecio por los ricos de este mundo y, que sin embargo, se dejan manipular para que, al final, gobiernen los de siempre -será el obispo de Cirene el que gane la batalla-. eso también lo cuenta Amenabar.

Hypatia, en tiempos de crisis, es capaz de cambiar su visión del mundo. vemos el proceso intelectual por el cual pasa de concebir un mundo circular y geocéntrico a un mundo heliocéntrico y -necesariamente- elíptico. el tremendo esfuerzo intelectual que ello supone es su historia. pero también es la Historia: la de la construcción del fascismo a través del miedo a lo más básico: al dolor y la muerte.

se dice: no se cambia la visión del mundo. Amenabar nos muestra cómo diversos personajes van cambiando su punto de vista por diversos motivos cada uno. el prefecto Orestes motivado por las luchas de poder y por el miedo a perderlo, el obispo de Cirene motivado por las luchas de poder y por la certeza de ganarlo todo, el esclavo Davo por no haber tenido nunca el poder sobre el cuerpo de su ama salvo en el momento de darle muerte para evitarle el tormento.

y luego está Hypatia, que lo único que anhela es saber. su conducta nos alumbra hoy: es posible mantenerse y cambiar. ella no deja de creer en la tozudez de los hechos, y, sin embargo, cambia. eso es lo maravilloso: es posible. es posible discernir entre el ruido, entre los gritos. es posible mantener una línea de pensamiento que se atenga a la razón. es posible. Hypatia observa los astros durante buena parte de la película, y lo que ve no le convence. se debate con ella misma hasta encontrar una explicación. explicación que, incluso, va en contra de lo que ella misma asume como evidente. es capaz de ir más allá de los sofismas de su tiempo, del saber del "sentido común".

al tiempo, Hypatia reivindicando la razón niega la leyenda negra que asola a la mujer desde que las religiones monoteístas existen: Hypatia es el camino de la racionalidad, si es una bruja, bienvenidas sean para enseñarnos a propagar el saber, a mantener el saber.

en ese proceso de libertad personal, de búsqueda del saber y de indiferencia al poder, Hypatia es, quizás, el único personaje capaz de presumir de libertad. hay una escena fundamental en la película: Orestes viene pretendiendo a Hypatia durante mucho tiempo y, un día, monta una escena espectacular en el teatro, tañe su flauta y se le declara delante de todos (todos los que valen la pena, es decir, los notables) en nombre de la armonía y perfección que -ella- representa -para él-.

al día siguiente, en el aula, Hypatia le entrega un pañuelo, el pañuelo que comienza la historia, Orestes lo recoge y ve que está manchado de sangre. ella le espeta, le tira a la cara, que es la sangre de su menstruación. viene a decir, si me quieres, quiéreme como soy, no me inventes. soy mujer, soy humana y soy así. y de éste modo deja al descubierto la cobardía, presente y futura, de Orestes.

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