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12.14.2009

la semiótica bàrbara

Cada vez que escucho a Wagner me entran unas ganas irresistibles de invadir Polonia. En fin, todos somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras.


Lo peor ahora es que el ¿filo?fascismo de la Sra. Aguirre y los medios a sus órdenes están orquestando una campaña contra Wyoming. No se merece Curry Valenzuela que la incluya en este espacio, pero en la red seguro que la encontráis. Yo no la buscaré.

Contra Wyoming, el mismo que pidió a la derecha, en la Puerta de Alcalá, el 12 a las 12, que no fabrique independentistas para enfrentar a los trabajadores y trabajadoras de España, de Europa, del Mundo. El que dijo que los responsables de la crisis son ellos y, como decía Agustín García Calvo, "ellos" sabemos quienes son.

Los que no somos nosotros.

En ningún momento se afirma que Tertsch sea un asesino, sino que se opina que parece impropio del director de un informativo -público, para más inri- que declare en horario de prime time que él, en persona, está dispuesto a matar.

Para los que no tengáis memoria, éste señor, durante la etapa más dura del aznarato se dedicaba a despotricar, en una columna semanal publicada en el diario EL PAÍS, contra los que, en su opinión, pregonaban la destrucción de esa Europa cristiana que va a ir re-constituyendo, doscientos años después de la Revolución Francesa, nuestras "señas de identidad". Guerra. Guerra. Guerra. Al moro, al vasco, al catalán, al bosnio, al croata, al obrero de izquierdas, a la mujer que piensa.

El señor Tertsch no ha matado, todavía, que se sepa, pero equiparaba ya entonces a Arzallus con Karadzic; a Sadam con Carod; a Zapatero con Chamberlain y clamaba porque las potencias europeas, dueñas únicas de la civilización verdadera se lanzaran a reconquistar. Lo que fuera.

Aunque fuera Perejil.


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