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4.03.2010

el origen

Hoy publica el diario EL PAÍS en su edición digital un artículo acerca de la manipulación que Falange realizó de la imagen de su líder para alejarla -la imagen- del aspecto que presentaba de señorito burgués.

Dicho artículo resulta interesante en tanto está enfocado desde dos perspectivas diferentes, la manipulación de la imagen de un líder político (cosa nada novedosa, pero siempre chocante cuando "sale del armario" aquél a quien se le práctica o solicita él mismo que lo hagan), por una parte. Y, por la otra, a evidenciar la pervivencia de símbolos fascistas en las calles de este país.

Para mí, me ha resultado interesante, además, porque me plantea varias cuestiones que, hoy en día, están en plena actualidad.

Una. ¿Cuál es nuestra imagen como persona?. O, dicho de otra manera, ¿es la que percibimos de nosotros mismos, y a la que, quien más quien menos dedica tiempo y esfuerzo a construir?. ¿O es la que perciben los demás, que puede ser coincidente con la anterior en un intervalo contínuo que va de cero a infinito?. Bueno, en este tema dejemos a Lacan y a sus espejos, que podemos perdernos.

Dos. Ésta cuestión atañe a un grupo más reducido antes, pero que se va ampliando cada vez más y acabará tarde o temprano afectándonos a todos. ¿Quién es el propietario de mi imagen pública como personaje?. Parecería evidente que, si me dedico a determinadas profesiones en las que parte de mis activos como empresa soy yo mismo, mi propio cuerpo y todo lo que ello acarrea consigo (actitudes, poses, declaraciones); esos activos, la imagen que proyecto conscientemente, deberían ser míos y no reditar beneficios a terceros (esta cuestión atañe también a mi producción, a los derechos de autoría en torno a la misma en el terreno que sea, estamos hablando de derechos de autoría, autoría del "artista" como él mismo y autoría de su trabajo). En estos tiempos, esto no está tan claro porque la capacidad de reproducir(me) por parte de otros es prácticamente ilimitada y universal.

Tres. Y aquí viene la madre del cordero. ¿Cuándo y para qué empezó el ser humano a producir imágenes?. ¿Cuándo empezaron las primeras "obras de arte" conocidas?. Bueno, parece que no cabe duda que fue en el Paleolítico, cuando el homo sapiens era cazador y recolector. Y la representación más antigua fue la mano humana. Concretamente la impronta de una mano, normalmente abierta.

¿Porqué?, ¿para qué?

Se han dado muchas interpretaciones, de carácter espiritual -"somos y somos humanos"-, mágicas o sagradas -de protección o advertencia-, animistas, etc. Bueno.

Yo, como voy a lo fácil me quedo con la más sencilla, siguiendo a Ockham: para marcar la propiedad. Como nos indicó a un grupo de amigos recientemente, Pedro Cantalejo, el cuidador y mantenedor de la Cueva de Ardales, esas improntas indicaban que allí habitaba un grupo. Por eso las colocaban en lugares recónditos, no en la puerta como haríamos hoy, para que si llegaba otro grupo tuviera que demostrar que sabía dónde estaban colocadas. Por eso, buscaban los pigmentos a decenas de kilómetros de su hábitat, para que no fueran fáciles de reproducir.

El origen es la propiedad, en esta cueva y en la mayor parte de los casos, de los osarios de sus muertos así como de su lugar de refugio.

A partir de ahí, se crean religiones, estados, supersticiones y mitos: la silueta de una mano impresa en el hueco de una cueva.

Por cierto, cinco o seis mil años más tarde, se crea la idea del "arte" y la figura del "artista". Y todavía seguimos debatiendo sobre la propiedad.


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